El cannabis medicinal y la cuestión cultural
12/09/2022 Ciudad autonoma de buenos aires - Arg
En las últimas décadas, ha habido un número creciente de estudios que tratan sobre las identidades de los consumidores de cannabis (Bilgrei et al., 2021; Hammersley et al., 2001); el estigma que manejan (Dumbili, 2020; Hathaway, 2004), por ejemplo, a través de técnicas de neutralización y los límites simbólicos que los distinguen tanto de otros usuarios de drogas como de la cultura dominante. Esta literatura ha hecho avanzar el estudio del cannabis más allá de los límites del debate sobre la normalización duradera (Pennay y Measham, 2016) y ha ampliado las características culturales y sociales del consumo de cannabis. En este escenario cabe indicar cómo la cultura resulta importante para nuestra comprensión del cannabis y explorar las declaraciones simplificadas y generales sobre las tenencias y patrones de uso.
Los cambios legislativos, culturales y de mercado se entrelazan con el cannabis medicinal y las tensiones entre los usuarios recreativos que mantienen ciertos significados (sub)culturales de las drogas y los activistas médicos, usuarios y legisladores que abogan por un acceso más fácil a la marihuana medicinal (Pedersen y Sandberg, 2013; Sznitman y Bretteville-Jensen, 2015). Además, con la liberalización, el cannabis medicinal y el acceso regulado al cannabis quedan sujetos a la organización capitalista de la oferta, que interfiere no solo con los mercados ilícitos y las estructuras del crimen organizado, sino también con las estructuras de oferta establecidas y más inofensivas que están involucradas en la oferta.
La introducción de regulaciones significó también la expansión de la llamada industria de la “gran caña”, con todas las contradicciones del capitalismo actual, y la explotación del Sur Global (Bloomer, 2019; Velez-Torres et al., 2021). El cultivo de cannabis en África, por ejemplo, se ha vuelto cada vez más rentable, pero es propenso a la vigilancia discrecional en medio de la “casi legalidad” (Carrier y Klantschnig, 2018). Además, en algunos lugares, la mano de obra humana, el suelo y el agua son explotados y las prácticas agrícolas tradicionales son arruinadas por los inversores del Norte; algunos ejemplos son Marruecos y Jamaica, donde se prioriza la eficiencia sobre la calidad y el control (Chouvy, 2019; Rychert et al., 2021). Los principios de un “comercio equilibrado” a menudo parecen faltar (Kay et al., 2020) y la industria mundial del cannabis no logra empoderar a los cultivadores tradicionales, proteger su trabajo o promover la transparencia o el control participativo y democrático sobre la producción de cannabis (Manu et al. al., 2021).
La esfera digital agrega otra dimensión a los cambios en el panorama global del cannabis. Podría decirse que el impacto de Internet y las redes sociales aumenta la oferta (Demant et al., 2019), tanto en el caso de la web oscura como en la web superficial (Jardine y Lindner, 2020). Sin embargo, la actividad de los vendedores representa solo una pequeña parte del tráfico. Con los mercados y culturas globales del cannabis, Internet actúa como intermediario de nuevas tendencias y formas establecidas de simbolismo y narrativas. A veces forman “públicos en red” de marketing convencional de cannabis que a menudo van “por debajo del radar” (Abidin, 2021). Además, la nueva regulación de los mercados de cannabis ha cambiado drásticamente la presencia en línea de la sustancia (Bakken y Harder, 2022). Los influencers patrocinados por la industria emergente del cannabis, por ejemplo, cambian tanto el mercado como las ideas culturales asociadas con el uso.
Actualmente, el cannabis atraviesa lo que puede conceptualizarse como un “proceso de civilización” (Elias, 1987), siendo cada vez más regulado socialmente y sujeto a una gran variedad de discursos. Sin embargo, la “modernización” del cannabis no ha eliminado los tabúes, los rituales, las actuaciones o el misterio y el aura asociados con la droga.
Por el contrario, diríamos que la investigación del cannabis ahora, más que nunca, necesita un “giro cultural” (Alexander, 2021) para descubrir los “repertorios culturales” (Lamont y Fleming, 2005), los “bricolages culturales” (Levi-Strauss, 1964), o “herramientas culturales” (Swidler, 1986) que sustentan las prácticas que guían tanto el consumo de cannabis como la sanción informal y formal de la droga.
Los estudios contemporáneos de la cultura tienden a enfatizar cómo se entrelazan el comportamiento humano y sus normas, valores y creencias (relacionalidad), cómo las relaciones de poder se inscriben en las culturas (disenso y consenso) y cómo los límites débiles facilitan las transgresiones simbólicas y encarnadas. La cultura abarca así los aspectos más importantes de la vida social contemporánea: interconexión, conflicto y fluidez. Los consumidores de cannabis están al mismo tiempo enredados en relaciones con redes sociales locales, culturas de drogas locales y globales duraderas, sistemas legales prohibitivos y sociedades que estigmatizan de forma variable. Así, dependiendo del contexto, los consumidores de cannabis pueden ser amigos, clientes, consumidores, delincuentes, pacientes, traficantes y/o cuidadores.
El potencial de las narrativas del “cannabis como droga ‘natural’”, la ideología del cannabis medicinal y las narrativas del “cuidado de uno mismo” contrastan con la estigmatización que experimentan muchos usuarios. Las identidades y las reacciones de la sociedad en desacuerdo implican una necesidad constante de gestión de la identidad y manejo de los resultados del uso (incluida la terapia). Los usuarios de cannabis también se convierten en consumidores, con diferentes derechos o repercusiones en varios marcos legales, aunque a menudo siguen participando en mercados ilegales ambiguos, a menudo en términos borrosos, por ejemplo, a través de la oferta social. Cuando están en mercados regulados, tienen que tomar decisiones de consumo y estar sujetos a la actividad de marketing (Cormack y Cosgrave, 2021) donde incluso el empaque puede resaltar las tensiones entre los diferentes significados culturales asociados con el cannabis (Ventresca y Elliott, 2022).
Los desarrollos contemporáneos en las culturas y los mercados del cannabis también generan muchas tensiones (Kaplan, 1970; Owusu-Bempah y Luscombe, 2021). Cuando se criminaliza el uso, la vigilancia a menudo se “racializa” o se ve afectada por la clase social (Ahuja et al., 2022). También existe una dimensión de género en la que las mujeres que consumen cannabis, en la mayoría de las sociedades actuales, son más propensas que los hombres a experimentar el estigma. En cuanto a la edad, los consumidores mayores también pueden experimentar una estigmatización más dura, ya que se espera menos su consumo de cannabis.
En resumen, desde un abordaje cultural es problemático cosificar el cannabis tratándolo como una sustancia unidimensional. Este breve análisis buscó poner en relieve la necesidad de tener en cuenta el registro cultural al estudiar el uso y la oferta de cannabis ya que éste se encuentra entretejido en relaciones culturales y sociales complejas.
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